(…y la noche lo hiere)

 

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Lo cura y la noche lo hiere / Viaja sin mas enseres

Que su alma en mares de vino /Ahogando su destino

Y que la vida  (des)espere! / Mientras llueve en sus huesos

mueren trémulos amaneceres /  Que nadie des-espere

Tan solo llora sus penas / Cada tres millones de viernes!

Tan sólo grita socorro / Cuando de infierno hierve!

. . .

Luces de Ciudad Humo , locura y alcohol

Busca un buen lugar para incendiar su corazón

MaKaS

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Mi casa, la calle

Indigente

Desde el SAMUR social de Madrid se ha llevado a cabo el diciembre pasado por primera vez una iniciativa muy interesante: hacer una llamada a la población y pedir colaboración voluntaria para organizar un recuento de personas sin techo en la ciudad con el objetivo de tener una idea aproximada de cuántas personas duermen en las calles en la capital de nuestro país.

El pasado doce de diciembre, quizás aprovechando la solidaridad que suele emerger de los ciudadanos de forma especialmente espontánea en estas fechas, centenares de voluntarios se pusieron en marcha y salieron a las calles de cada barrio y distrito en la helada noche madrileña, carpetilla y caja de tabaco en mano, con el objetivo de contabilizar a todas aquellas personas que encontrasen durmiendo en cajeros, bancos o calles y con la esperanza de poder entablar conversación con alguno de ellos, fumarse un pitillo y hacerle alguna que otra pregunta y completar así una encuesta que permitirá a los trabajadores del Samur Social tener cierta información necesaria para llevar a cabo su trabajo.

Muchas instituciones, grupos y organizaciones trabajan con personas sin hogar durante todo el año. Porque no sólo en Navidad duermen millones de personas en las calles en un país donde hay también millones de pisos vacíos. La pobreza existe durante todo el año, los problemas y la marginación también y la solidaridad, la implicación y la colaboración son necesarias los 365 días de éste, no debe haber excusas.

Álvaro, como dice él que se llama aquí en España, pues su nombre en lituano resulta casi imposible de pronunciar…comparte cama, casa y penas con otros tres compañeros de viaje. Su hogar cambia cada día. No le gustan los albergues, no le agrada compartir techo ni con determinadas nacionalidades, según él, por cuestiones culturales, ni con toxicómanos así que cada noche, cartón de vino en mano, uno de ellos vigila mientras los otros tres buscan una postura en la que pasar la noche en el frío suelo de un cajero. Dice que como él hay decenas de hombres en un mismo distrito madrileño, peleando cada noche por la mejor “cama”. El que consiga primero el mejor cajero tendrá suerte y dormirá sin luz, o con las piernas estiradas, eso claro, mientras no venga alguien a sacar dinero y decida llamar a la guardia civil o a la policía y echarlos de ahí. Entonces tendrán que levantarse e iniciar de nuevo su búsqueda.

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Alcorcón y la chusma

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Cuando Sarkozy llamaba chusma a los jóvenes de los suburbios parisinos que iluminaban su ira mal contenida con el fuego de miles de vehículos, estaba en realidad haciendo una descripción generacional. La chusma son los inmigrantes de tercera generación, tan franceses como Villepin pero a la vez tan invisibles como los sin papeles, como las putas, como los sin techo –colectivos éstos que apenas llegan a la categoría de chusma-. Pero la chusma son también los jóvenes de padre francés y madre francesa que acumulan contratos de tres días de duración, que se ven incapaces de construir proyectos vitales, que asisten impotentes al deterioro de sus barrios, de sus escuelas, de sus centros cívicos, que tararean tomber la chemise en la cola de la oficina de empleo. La chusma, en definitiva, es el segmento poblacional para el que se diseñan contratos como el CPE, para el que el mercado reserva las tasas de temporalidad más escandalosas, para el que la precariedad se intenta hacer pasar como un futuro habitable, para el que la autonomía y la independencia se esconden más allá de la utopía, para el que se acotan las opciones de ocio, de cultura, de socialización política, de ejercicio de la ciudadanía.

La chusma se ha visto las caras en Alcorcón. Hijas e hijos del extrarradio, buena parte de los problemas que atraviesan sus vidas son idénticos, por más que el sistema se empeñe en hacerlos diferentes. No hay un conflicto entre bandas, ni siquiera lo hay entre nacionalidades. Son vecinos más antiguos y vecinos más nuevos, como dirían en Nou Barris, pero todos ellos habitan en el filo de la navaja que empuña el modelo de crecimiento y de desarrollo dominante. Un modelo de desestructuración individual y colectiva que favorece que una cancha de basket se convierta en la coartada ideal para las navajas, los bates, las amenazas de muerte, los oentupaísomuerto y los racistaespañolvasamorir.

Pero a la periferia no le queda otra que ser territorio compartido, pues el aire y los anhelos de sus pobladores son a su vez compartidos. También lo es el futuro. Y el futuro de la chusma pasa por la unión y la cooperación. Pasa por saber identificar al enemigo común, y pasa por organizarse para proponer alternativas que dilaten los estrechos corsés en los que se ve obligada a enfundarse la vida. Pasa por mirarse a la cara y ver a un hermano, y contar con otro brazo para poder hacer más palanca.

La chusma somos todos, y mientras no nos demos cuenta, vamos a seguir pegándonos por una pista de baloncesto mientras otros imaginan los titulares que mañana avivarán nuestro odio.