Estos chicos son Thievery Corporation -«La Corporación del Latrocinio»-, uno de los grupos de electrónica más famosos del planeta. En una reciente entrevista para el sumplemento dominical de El País, Eric Hilton y Rob Garza declaraban lo siguiente:
«Veo muchas de las restricciones para el intercambio de archivos como la versión moderna de las leyes con que los reyes y la Iglesia intentaban controlar las primeras imprentas: querían impedir que compartieran información que pusiera en peligro sus privilegios. Por tanto, ningún problema con la gente que se baja temas de Thievery Corporation. Al fin y al cabo, todos nos hemos culturalizado grabando programas de radio o cambiando cintas con nuestros amigos».
Bravo, ¿dónde hay que firmar? La pregunta ahora es la siguiente: ¿Con qué tipo de licencia registra sus canciones Thievery Corporation? De acuerdo al planteamiento ideológico que subyace tras la anterior declaración, lo razonable es que sus temas tuvieran algún tipo de licencia abierta que permitiera un uso más amplio de su material; podrían, por ejemplo, haber acudido a una licencia «Reconocimiento – No comercial – Compartir igual» provista por la organización Creative Commons. Sin embargo, los temazos de Thievery Corporation tienen un copyright como una casa. Del restrictivo, claro.
¿Por qué es tan habitual este desfase entre declaraciones públicas y práctica concreta a la hora de registrar las obras musicales? ¿Por qué hay una larga lista de artistas que han manifestado de forma explícita su simpatía con las descargas en Internet, las redes P2P y, en general, la posibilidad de que la gente comparta sus canciones para uso personal y en un marco no lucrativo, y sin embargo tampoco recurren a licencias libres como la que acabamos de señalar? David Bravo recoge en su blog una amplia lista de artistas que, como Thievery Corporation, defienden posturas favorables a estos temas: La Excepción, Cristina Pato, Un Pingüino en mi ascensor, Mikel Erentxun, Fangoria, Pereza, Rosendo,… ¿Por qué ninguno de ellos está en el ámbito del copyleft? ¿Será la presión de sus casas discográficas, será que en realidad se tiran el moco cuando hablan de estas cosas, será que desconocen las alternativas al copyright,…?
Uno de los retos futuros en esta batalla que estamos librando es acercar a este tipo de artistas a la órbita copyleft, con el fin de poder darle forma legal a un deseo manifiesto de socializar la cultura y de posibilitar un uso privado y comunitario de sus trabajos. Se trata, ni más ni menos, de hacer real un posicionamiento discursivo. Purita coherencia, vamos.